Prueba prueba prueba

Tarareaba tranquilamente una canción mientras acababa de recoger los papeles esparcidos por la mesa. Mis alumnos aún no terminaban de salir de clase, pero todos reían a carcajadas, se quejaban de alguna materia o bien hablaban de lo que deseaban hacer pero no podían debido al exceso de trabajo que les habíamos puesto los profesores. Les escuchaba secretamente, con cierta diversión, recordando para mí mismo los tiempos en los que yo estudiaba y era como ellos. No hacía tanto de eso, y aún así me parecía que hubiera pasado milenios completos. Una alumna se acercó a mi mesa, tímidamente, justo cuando terminaba de juntar todos los documentos y los guardaba en mi maleta.

—Shi-shilejiman... —Comenzó la joven. Dejé lo que estaba haciendo y le presté atención a la niña. Parecía preocupada por algo; tal vez ni siquiera supiera cómo decírmelo. —¿Tienes dudas sobre el trabajo? —Pregunté, con la curiosidad apoderándose de mí. La chica negó con la cabeza—. ¿Sobre el festival de otoño? —Volvió a negar con la cabeza—. ¿El examen? —Esta vez entreabrió los labios, pero terminó boqueando sin decir nada. Solté un largo suspiro. —Han Ya, sino me dices lo que te pasa no puedo ayudarte.

—Sonsengnim, no se llama Han Ya. —Terció una chica, que se acercaba a su amiga justo en ese momento.—Y lo que quiere es saber los errores que cometió en el examen anterior. No estuvo el día de las correcciones. —No me inmuté ante la corrección de la joven acerca del nombre de su amiga; no era raro que yo confundiera nombres, de hecho, lo extraño habría sido que acertara. Me rasqué ligeramente detrás de la oreja.

—Ah... así que no te llamas Han Ya —Balbuceé para mi mismo, con una amplia sonrisa. Justamente esa sonrisa que hacía preguntarse a mis alumnos si acaso estaba loco. —Dime tu nombre. Ahora no tengo los examenes, están archivados, pero buscaré el tuyo y te llamaré mañana para que vengas a mi despacho y lo corregiremos, ¿de acuerdo? —La tímida alumna asintió con la cabeza, al parecer aliviada de que su amiga hubiera ayudado. Me apunté su nombre y después me dirigí a la sala de profesores, donde al cabo de un par de horas se llevaría a cabo una reunión de profesores. Durante ese lapso de tiempo aproveché para localizar el examen de la alumna y corregir los últimos ejercicios de Arte. Además tuve tiempo de prepararme la siguiente clase de Historia, preparando unos buenos esquemas para que mis alumnos lo tuvieran más fácil a la hora de estudiar. Una vez hube terminado esas cosas, me quedé sentado en mi sitio, leyendo un libro de Jorge Luis Borges. No pasó mucho rato antes de que llegara un profesor más a la sala. Se trataba de Yu Chan, o así recordaba su nombre. Creía tener claro que ejercía también Historia conmigo, pero tenía la ligera sensación de que lo gustaba demasiado pasar tiempo conmigo, hecho que en ciertas ocasiones no lograba más que hacerme sonreír. Aunque claro, a veces también me  molestaba su cantidad de despecho dirigida hacia mí. Se le notaba muchísimo cuando alguien le caía bien o no; y a mí, por lo general, no me gustaba la gente tan seria como él.

—Vaya. Deberías relajarte, te encuentro ligeramente estresado, Yu Chan —Le dije. Mi voz grave sonó tan tremendamente tranquila que debió serle incluso hostil. Me relamí los labios. —Bueno, si no me quieres aquí tal vez debería dejarte a ti hacer todo el trabajo junto a los demás profesores de Historia, aunque sería una verdadera pena. Tengo aportes que hacer, y bastante interesante, claro está, yo nunca digo las cosas por el simple placer de mover los labios. —Alcé la mirada del libro en ese momento, para prestarle atención a su rostro—. Uff... no haces muy buena cara, ¿te has planteado dormir más horas? —Inquirí, con una sonrisa asomándose por las comisuras de mis labios, francamente divertido ante la situación.

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